

AUTOR: Álvaro Hernández
En qué terreno se deposita el mundo fragmentado que nos deja un cuerpo roto, despiezado? ¿Es posible juntar las piezas y traducir el mundo desde una escritura completa, lineal, coherente? La escritura que surge de un cuerpo tal es aquella donde la percepción se curva, se instala en un lugar que no deja, ni es capaz de percibir la realidad como un todo. Dicha percepción está llena de orificios-huecos que hacen “débil” el tejido de la realidad. Este texto fracturado, agujereado, débil, expresa una vía de relación entre texto y escena. Al hacerse el texto débil, éste da paso, amplía la posibilidad de conexión con su propia teatralidad, en el sentido de dar paso a la percepción, al juego de lo escénico, para poder, de alguna manera, “completar” su “incompletud”. En la medida en que la significación del texto, la historia, la fábula es “menos” importante, o menos “fuerte”, entonces el juego de la percepción surgido se hace más relevante, y por tanto, el texto deja de ser el elemento principal, preponderante, sobre el que se erige el desarrollo escénico.